Motivo extremadamente frecuente de consulta médica entre la población general, representa casi un 25% de consultas ambulatorias. La astenia, del griego “asthéneia”, es definida como la falta o decaimiento de fuerzas caracterizado por, apatía, fatiga física o ausencia de iniciativa, no necesariamente asociada a una actividad física. Es más frecuente en mujeres que en hombres y se da con mayor frecuencia entre la tercera y cuarta década de la vida. Esta situación provoca una disminución tanto de la actividad laboral como el desarrollo de actividades de la vida cotidiana.
La astenia es un síntoma inespecífico y puede ser producido por un enorme abanico de enfermedades y con un espectro de gravedad muy variable ya que puede darse en patologías banales o ser una primera manifestación de una enfermedad de relevancia. Ello implica que no hay que restarle importancia y realizar una consulta médica cuando se manifiesta y su duración no cede en un tiempo prudencial y/o va acompañada de otros síntomas de alarma.
Causas de astenia
Existen múltiples causas que pueden originar astenia:
Las fisiológicas o funcionales: Aquí estarían incluidas las causas psiquiátricas (ansiedad, depresión, trastornos alimentarios…), las psicosociales (problemas familiares, duelo, mudanza, pérdida de empleo…), las alteraciones sueño (apneas…), las tóxicas (alcohol, drogas, medicamentos…), y otras (post parto, fibromialgia…).
Las de causa orgánica: Las más destacables en este grupo son las causas endocrino-metabólicas (diabetes, alteraciones tiroideas), las enfermedades crónicas-inflamatorias (reumatológicas, autoinmunes, cáncer…), las enfermedades infecciosas (hepatitis, virasis, mononucleosis, tuberculosis…), las enfermedades cardiacas (insuficiencia cardiaca…), anemias y otras.
Delante de una astenia prolongada, hay que tener en cuenta unos signos de alarma que pueden orientar al origen de la causa y que siempre hay que consultar. La pérdida de peso, el aumento de ganglios linfáticos, las apneas del sueño, los signos de enfermedad cardiaca o respiratoria, la disfagia (dificultad al tragar), las rectorragias (pérdida de sangre roja sola o mezclada con las heces), los nódulos, y los signos de inflamación, son algunos de los síntomas que siempre hay que estudiar en profundidad para llegar a un diagnóstico etiológico.
Existe un cuadro sintomático que es denominado astenia primaveral, y que se caracteriza por una serie de síntomas no claramente definidos como: fatiga, debilidad, pérdida de apetito, dificultad de concentración, alteraciones del sueño, perdida de libido, mareos, hipotensión arterial, alteraciones de ánimo, irritabilidad… y que suele coincidir con la estación primaveral. Es un trastorno adaptativo pasajero, banal y limitado en el tiempo. La mayor insolación, el aumento de la temperatura y la humedad relativa, el aumento de la presión atmosférica, el cambio de horario, pueden provocar una modificación de las actividades y rutinas diarias. Todo ello puede inducir una alteración de los ritmos circadianos. Nuestro “reloj biológico” que se encarga de regular el sueño, el apetito, la temperatura corporal y la secreción hormonal, puede desincronizarse y provocar cambios, entre otros, la alteración en la secreción de hormonas y neurotransmisores, principalmente de melatonina, endorfinas, cortisol y serotonina.
Aunque la astenia primaveral no tiene la consideración de enfermedad propiamente dicha, estaría incluida con los llamados trastornos estacionales afectivos. Se dan mayoritariamente en mujeres y en una franja de edad comprendida entre los 20 y los 50 años. Siempre se tendrá que diferenciar con otras alteraciones del estado de ánimo de más entidad como la depresión, ya que hay sintomatología similar que en ciertos aspectos pueden confundir el diagnóstico. La astenia primaveral es de corta duración, banal y limitada en el tiempo.
El tratamiento no ha de incluir fármacos ya que es una afección normalmente autolimitada y de corta duración. Si que podemos implementar una serie de medidas higiénico conductuales y dietéticas que ayudaran a superar esta situación de forma más rápida.
- Higiene del sueño. Respetar unos horarios fijos para acostarse y levantarse, manteniendo un tiempo adecuado de sueño con un mínimo de siete horas y en un ambiente relajado y una temperatura adecuada.
- Fomentar las actividades al aire libre aprovechando la luz solar. El Sol promueve la producción de melatonina y la síntesis de serotonina, mejorando el estado de ánimo.
- Ejercicio físico moderado regular ya que ayuda en cierta forma a eliminar el estrés y facilita la conciliación del sueño.
- Evitar los hábitos tóxicos como tabaco, alcohol, somníferos y otros…Evitar tratamientos estimulantes sin supervisión médica.
- Fomentar los ejercicios de relajación.
- Dieta saludable, alta en fibra, baja en grasa, hidratos de carbono y con abundancia de frutas y verduras. Priorizar el pescado azul y evitar el consumo excesivo de carnes y de frituras. Hay que moderar el consumo de alcohol, café e infusiones excitantes.
- Hidratación adecuada: más de 1,5 litros diarios de agua.
- Cuando la dieta no es la adecuada, se puede producir un déficit vitamínico, por lo que es recomendable un aporte complementario de minerales y vitaminas, siempre bajo consejo y supervisión del médico/a o farmacéutico/a.
Si con la implementación de estas medidas higiénico dietéticas no se produce mejoría en dos o tres semanas, es aconsejable solicitar consulta médica.
Es bien sabido por refranes populares que “La primavera la sangre altera”