La importancia de la vacunación frente a la COVID-19

Desde que Edward Jenner experimentó la primera vacuna de la viruela en 1796 hasta hoy, han transcurrido 225 años. Durante dos siglos se han desarrollado múltiples vacunas que han logrado controlar e incluso erradicar enfermedades producidas por virus y bacterias. Según la OMS, las vacunas salvan cada año entre dos y tres millones de personas.

Quizá el éxito más notable durante estos últimos 50 años ha sido la erradicación de la viruela en 1980. Otros éxitos como la vacuna de la poliomielitis paralítica, que hizo disminuir el 99,5% su incidencia; o la creación de vacunas con tecnología recombinante en 1986 contra la hepatitis B, que no solo consiguió contener la infección sino que redujo el riesgo de cáncer hepático. En 1987 se autorizó la primera vacuna conjugada, uniendo un polisacárido a una proteína transportadora, haciendo caer drásticamente la incidencia de la enfermedad invasiva de Hemophilus influenzae tipo B en niños/as.

Son solo unos ejemplos de los beneficios obtenidos para la salud de la población mundial. En la actualidad, se disponen de más de 20 vacunas para protegernos de diversas enfermedades infectocontagiosas. 

Los distintos tipos de vacunas que existen
  • Vacunas de virus vivos atenuados: contienen una versión del virus vivo que se ha debilitado en el laboratorio. Provocan una respuesta inmune fuerte y pueden conferir inmunidad durante toda la vida, después de una o dos dosis. (Ejemplos: sarampión, parotiditis y rubeola).
  • Vacunas inactivadas de virus o bacterias: se producen matando el patógeno con productos químicos, calor o radiación, sin perder la capacidad de producir inmunidad. (Ejemplo: vacuna de la hepatitis A).
  • Vacunas con toxoides: se utiliza una toxina fabricada a partir del germen que causa la enfermedad. Crean una respuesta inmunitaria que va dirigida a la toxina en lugar de a todo el germen. (Ejemplos: difteria y tétanos).
  • Vacunas biosintéticas con tecnología recombinante: utilizan sustancias creadas en laboratorio que son similares a fragmentos de virus o bacterias, capaces de crear inmunidad. (Ejemplo: vacuna de la hepatitis B).
  • Vacunas ARN mensajero: utilizan ARNm purificado y encapsulado en moléculas lipídicas. Estas vacunas enseñan a nuestras células a fabricar unas proteínas que desarrollan una respuesta inmune. No contienen virus y no interfieren nuestro ADN ni interactúan con él de ninguna forma. Son las primeras vacunas que se han desarrollado contra la COVID-19, aunque existen otras líneas de investigación.
Vacunas seguras y eficaces en tiempo récord

Sin duda, el año 2020 ha venido marcado por la eclosión del virus SARS Cov-2 (COVID-19) en nuestra vida cotidiana, siendo declarada pandemia por la OMS el 11 de marzo de este mismo año. Su origen probable se sitúa en la ciudad de Wuhan (provincia de Hubei, China), y el primer caso se inició el 8 de diciembre de 2019.

La respuesta a esta pandemia es un claro ejemplo de la rapidez con que se pueden diseñar nuevas vacunas actualmente. Cuando se declaró la pandemia, en marzo de 2020, 37 grupos de empresas farmacéuticas e instituciones académicas trabajaban en el desarrollo de vacunas. Transcurrido menos de un año, los primeros ensayos de eficacia ya se habían completado.

Las primeras vacunas desarrolladas para la COVID-19 están fabricadas con la tecnología ARN mensajero. Son altamente eficaces, produciendo una potente respuesta inmunitaria, aunque con el inconveniente de que son muy inestables, ya que el ARN se degrada muy fácilmente y requiere unas condiciones de mantenimiento extremas a -80º Celsius de temperatura. Son relativamente baratas y sencillas de fabricar, permitiendo su diseño rápido una vez se conoce el genoma del patógeno (en esta ocasión del virus COVID-19). La compañía farmacéutica Moderna solo necesito seis semanas para el diseño de su vacuna. En su fabricación, no se requiere emplear sustancias químicas tóxicas y son seguras ya que el ARN mensajero no se integra en el ADN.

Hay otras vías de investigación en vacunas para la COVID-19. Por un lado, las denominadas vacunas de vectores virales que contiene otros virus modificados que instruyen nuestras células para que   produzca una respuesta inmunitaria y empiecen a producir anticuerpos para luchar contra la infección. Por otro, hay las vacunas que contienen subunidades de proteínas del virus COVID-19, en lugar del virus completo, logrando así una respuesta inmunitaria con la producción de linfocitos T y anticuerpos.

Todas estas vacunas no pueden causarnos la enfermedad, ya que no introducen el virus en nuestro organismo ni pueden modificar nuestro ADN, ya que no acceden al núcleo de nuestras células.

Las vacunas se administran por vía intramuscular en zona deltoidea en dos dosis separadas entre 21 y 28 días, aunque hay algunas que admiten un intervalo de casi 42 días. La vacunación es segura, aunque como cualquier otro fármaco, pueden producir algunos efectos secundarios que por lo general son leves y los más comunes son: malestar, hinchazón o enrojecimiento de la piel en el lugar de la inyección, fiebre, astenia, artralgias, erupciones y dolor. Los efectos secundarios más graves, aunque muy poco frecuentes, son las reacciones alérgicas graves, convulsiones, etc.

Son vacunas muy seguras. Los estándares de seguridad son muy altos ya que no solo es un imperativo ético, sino también esencial. Solamente están contraindicadas en las personas que hayan reaccionado de forma aguda (anafilaxia) en la primera dosis. En las personas con antecedentes a reacciones graves, no siendo una contraindicación absoluta. En el embarazo, hay que valorar la relación, beneficio / riesgo, aunque no hay datos al respecto por el momento. Por el momento, no se aconsejan a los menores de 16 años ya que no han estado incluidos en los estudios epidemiológicos y habrá que esperar que haya una evidencia contrastada para su recomendación e inclusión.

El principal riesgo de la vacunación es la no vacunación

La vacunación es un eslabón fundamental para prevenir la propagación y es de importancia vital en la población de riesgo, máxime cuando no existe por el momento, un tratamiento específico para la infección una vez se manifiesta. Cuando nos vacunamos no solo nos protegemos a nosotros mismos, sino también a quienes nos rodean. Conseguir tasas de vacunación del 80-85% en la población es fundamental, ya que de esta forma conseguimos que el virus ya no pueda circular, bloqueándose la transmisión, es lo que se denomina la inmunidad de grupo o rebaño. Sin duda, el principal riesgo de la vacunación es la no vacunación.

Las vacunas no evitan el contagio, lo que evita es que una vez se produzca, no se desarrolle la enfermedad, por lo que es necesario por el momento continuar con las otras medidas de prevención, como la higiene de manos, el uso de mascarillas y mantener la distancia de seguridad, mientras no se consiga controlar la pandemia.

El futuro en la investigación de nuevas vacunas son la gran promesa para el control de futuras nuevas pandemias. Las vacunas son la herramienta más eficaz para prevenir las enfermedades infecciosas y por ende la mejora de la salud mundial.

DRJoanFrancesc

Doctor Joan Francesc Hernández Terradas

Coordinador Médico de Grandes Cuentas
Dirección de Gestión del Mutualista

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